Este 10 de noviembre, en Jeonju, Corea del Sur, la colombiana María Camila Vargas Pinzón demostró una vez más por qué el patinaje es uno de los deportes donde Colombia brilla a nivel mundial. Participando como deportista independiente en la World Inline Marathon 2024, Camila se alzó con un merecido tercer puesto en un evento que reunió a más de 5,000 patinadores de todo el mundo. Con tan solo 18 años, la bogotana sigue consolidando su nombre en el ámbito internacional, llevando consigo el orgullo de un país que, aunque la admira, poco le facilita su camino al éxito.
La competencia, con un recorrido de 42 kilómetros que rodeó el emblemático Estadio Mundial de Fútbol de Jeonju, desafió a cientos de patinadores de élite, cada uno buscando un lugar en el podio. Camila, quien ya había demostrado su potencial en otras competiciones internacionales, completó la maratón con un tiempo excepcional, superada únicamente por Yi Hsuan Liu y Lee Chiao-Jung, ambas de Taiwán. Para Colombia, este tercer lugar reafirma que, aunque las condiciones no siempre acompañan a sus deportistas, el talento sigue destacando.
Nacida en Bogotá, Camila descubrió el patinaje a los cuatro años, una pasión que fue nutriendo con años de disciplina y sacrificio. Desde muy pequeña mostró una determinación inquebrantable: “Si llego de segunda no gano”, solía decir cuando competía en sus primeros campeonatos. Hoy, a sus 18 años y con múltiples títulos internacionales, entre ellos un reciente campeonato mundial en Italia, Camila es ejemplo de perseverancia para las futuras generaciones del patinaje colombiano.
Sin embargo, mientras Camila suma triunfos en eventos internacionales, la realidad en Colombia es diferente. Entrenadores como Samuel Beltrán, quien ha guiado a Camila a lo largo de su carrera y acumula 45 años de experiencia, relatan las dificultades de trabajar en instalaciones precarias. La pista en Barbosa, Santander, donde Beltrán entrena a otros futuros campeones, se encuentra en condiciones deplorables. Proyectos de inversión en infraestructura, como los 10,000 millones de pesos destinados en 2020 para una pista en San Gil, han quedado en el olvido, mientras que otros recursos no han sido aprovechados adecuadamente.
El éxito de Camila en Corea es una prueba irrefutable de que el talento colombiano puede competir y vencer a nivel mundial, pero la pregunta sigue latente: ¿hasta cuándo estos deportistas deberán triunfar sin el apoyo necesario? María Camila Vargas y otros jóvenes talentos merecen más que aplausos; merecen pistas de calidad en casa para que sus victorias internacionales no dependan solo de su perseverancia, sino también de un país que valore su esfuerzo.