Con la bandera sobre los hombros y el corazón latiendo en cada penal, la Selección Colombia Femenina Sub-17 conquistó Turquía. Sin perder un solo partido, sin bajar los brazos jamás, y con una sangre fría envidiable desde el punto penal, las dirigidas por Carlos Paniagua levantaron el título de la UEFA Friendship Cup WU18. Una gesta que no se cuenta por goles, sino por carácter.
El 31 de marzo, en el Hasan Doğan National Teams Camp, las juveniles cafeteras dieron su primer paso en esta travesía frente a Zambia. En un duelo equilibrado, donde la posesión se compartió y las ideas se cruzaron en mitad de cancha, el marcador no se movió. Pero en la lotería de los penales, Colombia demostró que había llegado a Turquía con nervios de acero: 5-4 y primera victoria.

En el segundo duelo, ante Tailandia, el libreto fue similar, aunque el guion dejó espacio para más drama: empate 1-1 en el tiempo reglamentario. La figura fue Sofía Prieto, quien se vistió de heroína y atajó tres penales de forma consecutiva. Otra tanda superada, otro paso firme hacia la gloria.
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Con la clasificación aún en juego, Colombia enfrentó a Turquía. Esta vez, el partido se definió en los noventa minutos. Isabella Amado apareció en el minuto 56 para sellar el 1-0 definitivo, silenciar al público local y asegurar el boleto a la gran final tras cerrar la fase de grupos con tres triunfos consecutivos.

Del otro lado del cuadro, Finlandia había dominado su grupo y llegaba con argumentos. En la final, ambas selecciones mostraron jerarquía. Colombia apostó por la circulación del balón desde los pies de Ella Martínez, mientras que las europeas buscaron transiciones rápidas por los costados. Las ocasiones se sucedieron, pero ninguna logró romper la red. Empate 0-0 y, como en tres de los cuatro partidos anteriores, todo se definiría desde los once pasos.
Allí, una vez más, las nuestras sacaron la garra. Sofía García, Ella Martínez, María Camila Agudelo y Camila Cortés no fallaron. La arquera Isabella Tejada contuvo lo necesario y el marcador final en la tanda fue 3-1. Con ese último disparo, el equipo entero corrió al centro del campo: Colombia era campeona.
Este título no solo representa una victoria deportiva. Es la confirmación de una camada valiente, talentosa y comprometida. Desde Isabella Amado en defensa hasta María Baldovino en ataque, pasando por la firmeza de Verónica Cabuya, la visión de Isabella Santa y la entrega incondicional de Eidy Ruiz, cada jugadora dejó huella.

Carlos Paniagua supo leer cada partido, mover sus piezas con inteligencia y mantener a su equipo enfocado en una idea clara: jugar con el alma. Porque no todo se entrena, pero todo se entrega. Y esta selección lo entregó todo.
En Turquía, las juveniles no solo ganaron un trofeo. Ganaron respeto, experiencia internacional y una página dorada en la historia del fútbol femenino colombiano.
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