Después de más de dos semanas de altibajos, sufrimiento, aprendizajes y algunos destellos de luz, Colombia puso punto final a su participación en el Campeonato Mundial Sub-19 de Voleibol en Uzbekistán. El rival en su última presentación era Turquía, una selección exigente, que ya había dado muestras de solidez en la reclasificación y que llegaba dispuesta a arruinarle el cierre al equipo tricolor.
Pero Colombia tenía otros planes. Aun sin chances de escalar más allá del puesto 19, el grupo entendió que este era más que un partido por ubicación: era un duelo por el orgullo, por el cierre con dignidad y por el futuro del voleibol juvenil colombiano.
De la apatía al despertar
El primer set, sin embargo, fue para el olvido. Turquía salió con hambre de victoria y aprovechó cada desliz colombiano, tomando una ventaja tempranera de 13-5. Mientras los europeos jugaban con ímpetu, Colombia parecía ya con la mente en el aeropuerto. El 25-20 final reflejó una realidad preocupante: solo un equipo había salido a competir.
Pero en el segundo set, Colombia despertó. Esta vez sí hubo actitud, lectura ofensiva y fortaleza para aguantar un intercambio de puntos constante. Llegados al 20-20, el equipo tricolor apretó en ataque y cerró el set 25-22, dejando claro que aún había fuego por encender.
El vaivén emocional de un equipo joven
El tercer set volvió a mostrar las dos caras del equipo colombiano. Luego de un inicio parejo (15-15), los errores no forzados reaparecieron y Turquía no perdonó. Con un parcial fulminante, se fueron arriba y ganaron 25-20. Parecía que todo quedaba listo para un cierre europeo, pero Colombia aún tenía algo más por decir.
Con decisión y una actitud distinta, Colombia dominó el inicio del cuarto set con autoridad, logrando una ventaja de 16-9. Sin embargo, el fantasma de las desconcentraciones volvió a rondar. Turquía se rearmó, recuperó terreno y empató 20-20, llevando el final del set al límite. Pero esta vez, Colombia resistió. Golpeó en el momento justo y cerró con tensión máxima el set por 25-23.
Un quinto set con sabor a redención
La historia del Mundial ya le había enseñado a Colombia lo que era sufrir en los tie-breaks. Pero esta vez, la experiencia valió. En un set tenso, con puntos largos y muchas emociones, Colombia fue más preciso en el cierre. Sin dejarse llevar por el vértigo del momento, la tricolor lo ganó 15-12 y desató el último grito de alegría del torneo.
Un cierre que deja más preguntas que respuestas
Colombia se impuso 3-2 ante Turquía con parciales de 20-25, 25-22, 20-25, 25-23 y 15-12, cerrando su Mundial con tres victorias y obteniendo el puesto 19 entre 24 equipos. Sumó 105 puntos en el partido (54 por ataque, 10 por bloqueo, 6 por servicio y 35 por errores del rival).
Una vez más, el capitán Maicol Ortíz fue figura indiscutida con 26 puntos (24 en ataque, 1 en bloqueo y 1 en servicio), consolidándose como uno de los mejores atacantes del campeonato. Sin embargo, la dependencia ofensiva en él fue evidente a lo largo de todo el torneo, dejando en claro la urgencia de encontrar más variantes de juego.
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Este cierre deja un balance agridulce. La falta de preparación, las decisiones administrativas y la improvisación fueron una constante. Pero también hubo lucha, orgullo y un grupo de jóvenes que, con las condiciones adecuadas, podrían escribir una historia distinta en el futuro.
Ahora, el verdadero partido comienza: el de construir un proceso serio, sostenido y con visión a largo plazo.
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