Para muchos boxeadores, subir al ring con la bandera en el corazón es el mayor combustible. Para Carlos Utria, en cambio, fue el sentido mismo de la pelea. Porque el joven colombiano no viajó hasta Arabia Saudita solo para ganar un torneo: viajó para dejar huella, para que su nombre y el de Colombia quedaran inscritos en la historia del boxeo mundial.
“Olvídense del dinero”, había dicho días antes de la final. “Lo que busco es hacer sentir orgulloso a mi país”. Y esas palabras, más que una declaración, terminaron siendo una profecía cumplida.

Con apenas 22 años, Utria llegó al Gran Prix del CMB como un invicto prometedor (9-0, 9 KO) y salió convertido en campeón mundial. Su recorrido fue dominante: cuatro victorias, dos nocauts y una autoridad que se fue consolidando combate a combate. El punto de quiebre llegó en semifinales, cuando despachó en el primer asalto a Ntethelelo Nkosi, confirmando que estaba listo para el reto mayor.
Ese reto tenía nombre y apellido: Mujibillo Tursunov. El uzbeko, también invicto, había avanzado hasta la final con cuatro triunfos por decisión, mostrando solidez y resistencia. Pero el 20 de diciembre, en Riad, la historia fue escrita por la izquierda de Utria.

Desde el primer asalto, el colombiano marcó territorio. Tomó la iniciativa, avanzó con determinación y encontró en el gancho de izquierda un arma constante. Un upper largo con esa misma mano fue el golpe más claro de un round que llevó su sello de principio a fin. Repitió dominio en el segundo, con menos amplitud, pero con la misma claridad: Tursunov no encontraba respuestas ante el ritmo y la precisión del colombiano.
El tercer asalto trajo la reacción del uzbeko, que avanzó y presionó. Utria respondió con guardia cerrada, inteligencia y contraataque, volviendo a inclinar el round a su favor. Cómodo, seguro y fiel a su plan, el colombiano seguía construyendo la victoria.

Tursunov logró descontar en el cuarto, con golpes más contundentes y un asalto que se le escapó a Utria. Aun así, las tarjetas seguían favoreciendo al colombiano. El quinto fue palo a palo, intercambio puro, con ligera ventaja para Utria por volumen y constancia. Y desde ahí, la pelea volvió a su cauce.
El sexto y séptimo round fueron una lección de boxeo inteligente. Pasos laterales, golpes rectos, control del espacio y manejo del tiempo. Utria no se desordenó, no se desesperó y no dio lugar a sorpresas. En el octavo y último asalto, selló la obra con autoridad.
La decisión fue unánime. Las tarjetas (77-75, 77-75, 77-75, 78-74 y 78-74) confirmaron lo que ya era evidente sobre el ring: Carlos Utria era el campeón del Gran Prix del CMB en las 140 libras.

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Además del trofeo José Sulaimán, el colombiano se llevó un premio económico y, sobre todo, la oportunidad de disputar un título mundial. Cerró la noche con récord perfecto de 14-0, 11 nocauts y una actuación que, aunque aún con margen de ajuste, fue contundente y madura para su edad.
Utria fue el único colombiano que llegó hasta el final del torneo. Cargó con la presión, con las expectativas y con los sueños de millones. Y lejos de pesarle, los convirtió en fuerza.
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