En el Inforum de León, México, no solo se jugó un partido de baloncesto. Se jugó el sueño de toda una generación. Colombia, que llegaba como tercera del Grupo B con una sola victoria, enfrentaba a una Argentina sólida, segunda del Grupo A y favorita en los papeles. Pero los partidos se juegan, se sienten… y se ganan desde el alma. Y ahí fue donde Colombia marcó la diferencia.
Desde el salto inicial, las cafeteras dejaron claro que este no era un partido cualquiera. La defensa a toda la cancha anuló las transiciones rápidas argentinas. El primer cuarto cerró 10-8 a favor de Argentina, pero ya se veía que Colombia tenía un plan: resistir, desgastar y presionar sin descanso. No permitieron tiros fáciles, lucharon cada balón como si fuera el último y comenzaron a incomodar, a hacer dudar, a sembrar el nerviosismo.
Al descanso, el marcador era 14-10. Bajísimo. Pero cada punto valía oro. Mientras Argentina no encontraba claridad, Colombia se mantenía en la pelea con un rendimiento defensivo excepcional. Maily Saavedra, gigante en cada rebote y sólida en la pintura, fue el ancla del equipo. Ganó cada choque, tapó líneas, cerró caminos. Y lo hizo sin brillar en la anotación, pero brillando en el corazón del juego.
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La ofensiva tardó en llegar, pero cuando apareció, fue letal. En el tercer cuarto, los tiros de media y larga distancia comenzaron a caer. Las faltas se acumularon en Argentina, y Colombia aprovechó cada error. Un triple sobre la bocina de María Millán selló el cuarto con ventaja: 26-25. Por primera vez en el partido, las nuestras pasaban al frente. Y no iban a soltarlo.
El último cuarto fue una batalla mental. A los nueve minutos del final, Colombia sacó cinco puntos de diferencia. En un juego tan cerrado, fue un mundo. Pero lo más admirable no fue la ventaja, sino cómo la defendieron: sin ceder, sin temblar, sin mirar atrás. Las argentinas erraban desde la línea y Colombia aguantaba con entereza, como si no existiera el cansancio. La defensa asfixiante seguía activa, el reloj corría, y el sueño se volvía real.
Sonó la chicharra. 44-39. Victoria. Mundial asegurado. Por segunda vez en la historia, Colombia Sub-16 femenina estará en la Copa del Mundo. No fue por talento individual ni por superioridad física. Fue por convicción, por disciplina, por amor a la camiseta.
Las cifras lo dicen todo: 28 pérdidas provocadas, 51 rebotes, 18 robos, 3 tapones y solo un 25.6 % en tiros de campo, porque cuando la defensa es tan buena, cada punto vale el doble.
Alisson Restrepo fue la máxima anotadora con 10 puntos. Keren Bertel sumó 8, y Shery Montaño, 7. Pero hoy el nombre que hay que subrayar es el de Maily Saavedra: 16 rebotes, 4 puntos y una actuación monumental bajo los tableros.
La historia aún no termina. Este sábado 21 de junio, Colombia volverá a enfrentar a Canadá en las semifinales. Pase lo que pase, ya son mundialistas. Pero ahora, las chicas quieren más. Porque cuando se juega con el corazón, el cielo es el límite.
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