Whistler volvió a amanecer helado, pero esta vez no hacía falta mirar la pista para saber que algo grande se avecinaba. Menos de 24 horas después de convertirse en la primera colombiana campeona panamericana de skeleton, Laura Vargas regresó al hielo con el mismo impulso, la misma serenidad y la misma determinación que ayer la habían llevado a la gloria. Y lo volvió a hacer.
Colombia amaneció con un nuevo oro, ahora en la North American Cup, uno de los eventos más exigentes del circuito IBSF y la competencia donde participan potencias europeas, africanas, asiáticas y americanas. Un escenario mayor. Una pista legendaria. Y un resultado que confirma lo evidente: Laura está imparable.
Una carrera construida con paciencia, velocidad y sangre fría

La colombiana abrió su día con un primer heat de 57.05, sólido, técnico y sin riesgos innecesarios. Fue la segunda más rápida, manteniéndose cerca de la sudafricana Nicole Burger, que había sorprendido con un 56.60.
Pero en Whistler, la segunda bajada lo decide todo. Y allí Laura volvió a sacar su mejor versión. Con una salida de 5.35 y un deslizamiento cada vez más fino en la zona media de la pista, clavó un 58.31, el mejor tiempo del heat, suficiente para darle el total ganador: 1:55.36, superando a Burger por 0.19 y relegando a la maltesa Shannon Galea al tercer lugar.
La atleta que hace un día hacía historia continental, hoy dominaba a rivales internacionales. La que ayer era campeona panamericana, hoy era campeona de Norteamérica.
Un oro que confirma su ascenso y alimenta el sueño olímpico

En dos días consecutivos, Laura dio una clase magistral de consistencia: plata internacional, oro panamericano e inmediatamente un oro en la North American Cup. Tres preseas, tres estilos de victoria, una sola certeza: Colombia tiene una atleta lista para competir con el mundo en Milano-Cortina 2026.
Lo de Laura ya no es un buen momento. Es un fenómeno. Un nivel de madurez deportiva que no aparece por casualidad.
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Con cada bajada se nota la experiencia ganada, el control del trineo, la lectura quirúrgica de la pista, la valentía de aguantar la velocidad y la serenidad para no perder la línea en los tramos más peligrosos.
Whistler, considerada por muchos como la pista más intimidante del planeta, se ha convertido en el lugar donde Laura Vargas está construyendo su propio legado.
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